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En pleno BAFICI

La oferta descomunal de 422 títulos no deja respiro.
Volvemos a experimentar la mística de la sorpresa cinéfila.

El BAFICI 12-del 7 al 18 de abril del 2010 de nuevo ofrece multiplicidad de estéticas.

En esta reseña Rafael Mc Namara, uno de los más agudos críticos de nuestro medio, analiza el original film de Chris Petit.
Unrequited love, de Chris Petit (reseña)
por Rafael Mc Namara

Más que un documental en los límites de la ficción, Unrequited Love (Amor no correspondido) puede ser vista como una ficción que utiliza, por momentos, métodos de documental. La acción se filma principalmente con cámaras de seguridad y teléfonos celulares, lo que transforma a la película en un verdadero manifiesto a favor de la realización a cualquier precio, cuando los medios financieros escasean. Pero sobre todo, se trata del amor no siempre correspondido entre el cine y la realidad, cuando gran parte de las grandes ciudades es transformada inmediatamente en cine, al ser filmadas durante las veinticuatro horas por cámaras de seguridad.


Y es justamente a partir de las imágenes tomadas desde lo alto por estas cámaras cuando la película logra sus más altos momentos de poesía visual, mientras la voz en off reflexiona acerca de la soledad y la paranoia de las grandes ciudades, donde todos somos observados a cada momento, y donde la violencia parece esperar agazapada a la vuelta de cada esquina.

Pero el gran tema de la película es, sin duda, el deseo de posesión amorosa en una época dominada por la incomunicación. Época en la que, paradójicamente, la multiplicidad de medios para comunicarse hace que el abismo entre las personas sea cada vez más infranqueable. De ahí que el segundo gran tema sea el acoso y la obsesión por medio de los cuales el amor intenta, a pesar de todo, abrirse paso.

Así, a partir de la idea del amor como acoso, nunca consumado, perdido en el infinito espacio vacío que separa los cuerpos, Chris Petit encuentra en las tomas capturadas por las cámaras de seguridad de Leipzig la imagen perfecta para pensar la emoción humana como un virus que se disemina silenciosamente, en una ciudad global en la que todos somos acosadores y acosados, lo sepamos o no. Es que aquel vacío infranqueable es, con todo, franqueado fugazmente por las ondas de calor de los cuerpos que se unen, y Petit las muestra tal como son captadas por unas cámaras especialmente diseñadas para eso. Momento mágico en el que fulgura la promesa de consumación amorosa, aún sobre el fondo gris de su imposibilidad.

A partir de estos temas centrales, y con una constante reflexión en torno a la relación entre la imagen y la palabra, Unrequited love multiplica los procedimientos formales a partir de los cuales se puede pensar el amor como acoso y el deseo de unión, frustrado en la espera interminable. De ahí que Petit se permita, de paso, una irreverente reflexión sobre el cine de Hitchcock y Antonioni, un extraño amor no correspondido, entre el maestro del suspense (retomado aquí en la idea de la espera) y el gran cineasta italiano.

Pero la importancia de estos temas, y la forma original en la que Petit los encara a partir del libro de Gregory Dart (quien encarna su propio personaje en el film), no debe oscurecer el poder de la historia que se cuenta: la de un extraño cuarteto amoroso, de acosados y acosadores, y en la que la emoción se disemina, efectivamente, como un virus que seguirá expandiéndose más allá de los confines de la película que vemos. Personajes que, desde el fondo de su soledad, sólo reclaman un poco de amor.

Fuente: © Cinevivo